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La Tipología del Jailón
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- Nardopolo
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La High Life (Introducción)
La historia y cultura boliviana están marcadas por la segregación sistemática de la población en torno a su color de piel, al prestigio social y al poder económico (que usualmente venían de la mano), como herencia colonial que sigue vigente hasta nuestros días. El racismo y el clasismo siempre han servido como herramientas para consolidar o reafirmar una posición social. La pigmentocracia y la escala de diferenciación racial, impuestas siglos atrás por las leyes de la metrópoli, definen el carácter y la identidad de mucha gente todavía. Sin extenderme en la explicación de cuándo y cómo surge el concepto de “Jailón” (del inglés “high life”, alguien de alta vida o con vida de clase alta), recurro a éste, ya que a simple vista condensa dos variables para describir la forma de vida de una persona. Por un lado, está el status social, entendido como el prestigio del apellido, el color de piel, la cantidad de personas influyentes en el círculo social y otros criterios más, y por el otro, la fortuna o riqueza. A esto hay que sumar el criterio de la “identidad”, muy al margen de las otras dos variables, el hecho de identificarse como boliviano o no, ha constituido un factor determinante en el horizonte de ascenso social, como se verá a continuación.
Se ha identificado 5 tipos diferentes de jailones (Premium, “low key” o bajo perfil, descendentes, ascendentes y “de closet”), que conforman distintas capas de una “burbuja del jailonerío”. En esta burbuja, el privilegio y el status delimitan quienes pertenecen al interior de la burbuja, de quienes quedan por fuera. Además, tiene la característica de nublar la visión y la percepción de todo lo que está por afuera de ésta, de acuerdo a la proximidad con el límite de la burbuja. No obstante, hay muchas más precisiones que hacer en cada caso.
Jailón Premium
El jailón Premium goza de status social, como de una posición económica muy bien acomodada. En otras palabras, tiene abolengo y mucha plata. Es por excelencia un aristócrata de las “familias tradicionales” bolivianas y se orienta por un claro componente pigmentocrático. Ha nacido en una cuna de oro y está confinado a una vida de frivolidades y privilegios. Una de sus principales características, es que es prácticamente inútil hasta para las tareas más básicas y necesita en su vida cotidiana de toda una planilla de personal de servicio que le haga la vida más fácil. Por supuesto, tiene chofer y un ama de llaves “cama adentro”, cuyos antepasados suelen estar vinculados por varias décadas a la misma familia. Cuando está afuera de Bolivia y debe prescindir de toda la planilla de empleados para su cotidiano vivir, siente que está viviendo una aventura, se siente románticamente un proletario más del mundo. Cuando no lo es, pues continua recibiendo la cascada de dinero de su familia que lo mantiene inmune de la dura realidad del migrante boliviano.
El jailón Premium vive de forma intermitente en el extranjero y en alguna urbanización privada de Bolivia. Nunca le gusto ser boliviano y siempre renegó de no haber nacido en el primer mundo, pues claro, es ahí donde él pertenece. Es boliviano sólo marginalmente en determinadas circunstancias, especialmente en el extranjero, donde su abolengo y apellido no significan nada, por lo que tienen que recurrir a su bolivianidad como un elemento llamativo y exótico frente al resto de “semidioses” del norte global. Tiene, por lo tanto, un grave problema de identidad, es demasiado fino para ser boliviano en Bolivia y es demasiado común en el extranjero como para no serlo. Eso sí, donde no puede faltar la bolivianidad es en su “living”, como un elemento decorativo más, donde suele tener importantes obras de arte barroco-mestizo que le recuerdan su identidad nacional “huayraleva” ligada a su pasado colonial, o al menos, más segregado de la masa. Aquí vale la pena hacer mención de una sub-variante de este tipo de jailón, “el jailón Premium del Urubó”, pues a diferencia del resto de jailones Premium en otros departamentos, este también reniega de su bolivianidad, pero lo hace refugiándose en su identidad regional. Se siente más cruceño o “camba”, para sentirse menos boliviano.
El jailón Premium no puede concebir la vida y el mundo al margen del jailonerio, pues su riqueza, en muchos casos, puede remontarse hasta la colonia misma y en muy poco ha disminuido. Por lo tanto, conforma el núcleo de la burbuja del jailonerio y es quien más cegado se encuentra por esta.
Jailon “low key”/ perfil bajo
El jailón “low key” o de bajo perfil, goza del status social y de una posición acomodada, pero en mucho menor medida respecto al último punto, si es que se lo compara con el jailón Premium. Es decir, tiene status social y tiene plata, pero mucho menos plata que un jailón Premium. Esto quiere decir que si tiene que trabajar para vivir, pero lo hace con todos los privilegios que goza por su status social: una mejor educación, contactos influyentes que le dan una “muñeca” para acceder a mejores cargos, más soltura para poder estudiar, emprender y acceder a fondos, y lo más importante, un salvavidas económico familiar en caso de “fracasar”. Puede vivir en el extranjero o en Bolivia (en barrios “bien”, claro), pero a diferencia de los Premium, no reniegan, ni se avergüenzan tanto de ser bolivianos. Por el contrario, lo toleran y hasta puede llegar a gustarles: bailan caporales, hacen “pasanakus” y no puede faltar un chicharrón o un “pique” con cerveza el fin de semana. Abrazan la bolivianidad, pero siempre y cuando este confinada a la fiesta o a la cultura y no involucre “rebajarse” a ser parte de la masa. Si no viven ya en el extranjero, no se les deja de escapar algún meme que diga “sáquenme de Bolivia/Latinoamérica”.
La escala de segregación racial de la colonia sigue siendo muy importante para ellos, son acérrimos “criollos” y obviamente detestan a la “wiphala”. Han vivido siempre con muchas comodidades y, a pesar de no depender tanto del personal de servicio y de tener que trabajar para mantener su calidad de vida, son adictos a sus privilegios. Ya han normalizado vivir así. La burbuja del jailonerío no ha nublado tanto su percepción de la cruda realidad latinoamericana como a los jailones Premium, pero si lo hace en suficiente manera, como para que eviten vivir en zonas donde no viva gente del mismo “nivel” o conseguir trabajo que no sea como ejecutivos, directores, CEO’s, managers, (o en otros cargos bien pagados), sin recurrir a la muñeca de sus contactos. Conforman pues la carne o la fibra de la burbuja del jailonerío.
Jailon descendente
El jailón descendente es aquel, que al mismo tiempo, goza de un status social privilegiado y de una franca pobreza, de la que no puede escapar. No fue siempre así, en otros tiempos su familia tuvo mucho dinero (a lo que se debe su status social), pero la reforma agraria, la llegada de Evo Morales al poder o algún tío “walaychu” que se “farreó” la fortuna familiar, tienen la culpa de sus actuales desdichas. Esto es algo inaceptable para ellos y, por lo tanto, viven en el pasado o disimulando su harapienta realidad. Su maldición es haberse quedado estancados en un modo de vida, en el que muy poco tuvieron que trabajar y del que ya no gozan más. No pueden “rebajarse” a trabajar en empleos comunes para afrontar la realidad y mucho menos salir a la calle a vender “lo que sea” ante la falta de empleo, como lo hace una gran mayoría para sobrevivir. Viven esperando que algún viejo conocido de la familia les llame un día para ofrecerles un cargo de ejecutivo o gerente.
Su linaje familiar está lleno de grandes ministros, diplomáticos o generales, a quienes invocan frecuentemente para lucir su glorioso pasado y su sangre azul. Algunos aún habitan sus antiguos palacetes en zonas otrora privilegiadas de las ciudades bolivianas, que por dentro se están cayendo a pedazos, pero por fuera todavía relucen arcos coloniales de piedra o el escudo familiar tallado encima de la entrada. Quienes ya han tenido que mudarse de “Versalles”, son capaces de pasar hambre extrema con tal de no dejar de pagar la mensualidad de “el Golf”, “el Tenis” o “el Hípico”, o con tal de que sus hijos no dejen de estudiar en el extranjero y sacarse fotos en Punta Cana. Su resentimiento a las circunstancias lo hacen optar por la nostalgia eterna y por un racismo secante, “no tiene plata, pero al menos es blanco y se apellida: -insertar apellido alemán o croata-. En este afán puede llegar a renegar y avergonzarse de ser boliviano, tanto como el jailón Premium. Conforma el límite de la burbuja junto con su antítesis y némesis, el jailón ascendente. Sin embargo, por todo lo descrito anteriormente, su percepción de la realidad puede estar tan obstruida, e incluso más, que la de los jailones “low key”, a pesar de tener menos poder económico que éstos. Está evidentemente en el límite de la burbuja, pero mira hacia dentro y no puede (ni quiere) dejar de hacerlo.
Jailon ascendente
Como ya se mencionó antes, el jailón ascendente es lo contrario del jailón descendente, tiene mucha plata, pero no goza de un apellido de abolengo que le otorgue status social. Se lo tiene que ganar, o mejor dicho se lo puede comprar, al mejor estilo del “Gracias del sacar” colonial. Son por lo tanto, los enemigos naturales de los jailones descendentes, ya que además de ser despreciados por éstos, es sobre ellos que tienen que imponerse y escalar socialmente mediante su riqueza. Suelen ser de familias de clase media o escasos recursos que hicieron mucha plata, que están listos para gastar como antes no podían y comenzar a gozar del prestigio social que conlleva tener una posición económica más holgada en Bolivia. El resentimiento de haber sido segregados durante mucho tiempo está hirviendo en su interior y es justamente a los jailones descendentes de “buena familia” a quienes deben desplazar para consolidar y demostrar su ascenso social. La mejor forma de hacerlo es poner a sus hijos en colegios prestigiosos y exclusivos, irse a vivir a las zonas más pudientes de la ciudad y formar una familia con alguien de tez más clara. En fin, ocultar el pasado, blanqueando el presente y el futuro. Son los Gisbert que antes eran Quispe.
Es importante aclarar que estos jailones se diferencian mucho de lo que se denomina “la nueva burguesía chola” o los “qamiris” aymaras, pues a diferencia de éstos, los jailones ascendentes no se enorgullecen de sus raíces autóctonas ni las presumen, por el contrario, buscan blanquearse y desligarse cuanto sea posible de éstas. Es justamente este horizonte de ascenso social tradicional, sumado a un importante poder económico, el que los hace jailones. El afán de negar sus raíces “no jailonas”, puede llevarlos a tomar posturas profundamente racistas y clasistas, como una afirmación frenética, orgullosa y firme de su nuevo status social. Al igual que los jailones “low key”, pueden abrazar su identidad boliviana, siempre y cuando sea una bolivianidad criolla y blanqueada, es decir una identidad nacional que no involucre recordar su pasado originario.
También se encuentran en el límite de la burbuja y con la mirada hacia adentro, pero tienen muy clara y presente la cruda realidad a sus espaldas. La burbuja no consigue cegarlos, a pesar de estar plenamente alienados e hipnotizados por ella, y por lo tanto, en este caso la negación de la realidad (y la afirmación de la burbuja) es un acto consciente y deliberado.
Jailon “de closet”
Los jailones de closet gozan tanto de prestigio o status social, como de una holgada situación económica, pero a diferencia del resto de tipos de jailón, no presumen de ninguna de las dos, por el contrario despotrican abierta y enérgicamente contra ambas. No les gusta ser jailones y quieren ser parte de las masas, pero no pueden (ni quieren) dejar los privilegios que los mantienen al interior de la burbuja. Su juventud rebelde los llevo a ser fanáticos de la trova cubana o del Che Guevara, y a que se embanderen con románticas posturas socialistas o anti-sistema, pero no pretenden en lo más mínimo llevar la misma vida o incomodarse por los derechos de las masas, de las cuales quieren formar parte. Votaron por Evo Morales, al menos 2 veces, como una forma de reafirmar que son parte del “Pueblo”, pero serían incapaces de ir a vivir en “Pasankeri”, “Villa Adela” o “Los Lotes”. Les encanta escribir artículos y tener largos debates en el café Alexander sobre las desigualdades que genera el neoliberalismo o sobre las virtudes de la descolonización. La mayoría son intelectuales con posgrados en universidades extranjeras o grandes e irreverentes artistas (gracias a la soltura de tener un sustento básico prácticamente asegurado), pero son totalmente acríticos con cualquier dictador o caudillo de izquierda que les ofrezca un poco de demagogia. Creen que luchar contra la desigualdad en el mundo es sólo criticar al colonialismo “yankee”, mientras están perfectamente cómodos con el extractivismo en el sur global, con la diáspora venezolana o con el genocidio uigur. Se regocijan haciendo alarde de cuan conscientes, descolonizados y altruistas son por haberse apropiado de la chuspa, la wiphala o la tesis de Pulacayo, y por eso creen que ya no forman parte de la burbuja del jailonerío. Su máximo objetivo en la vida es monopolizar la moral y poder iluminarnos “cancelando” a cualquiera que piense diferente o no sea tan “consciente” como ellos, sentenciando con una simple subida o bajada del pulgar. Tal como lo hacían antes, pero está vez siendo “los buenos”. Son los jailones que no quieren aparentar ser jailones, sin dejar de serlo, por lo que disimulan su abolengo y su acomodada posición económica con proclamas anticapitalistas y estudios decoloniales. En resumidas cuentas, son la contradicción de la burbuja que termina por reafirmar su carácter jailón, privilegiado y ajeno a la cruda realidad nacional.
Conclusiones
El jailonerío es la herencia viva de la segregación racial colonial. Es el sujeto de la tragedia boliviana durante los siglos XIX, XX y lo que va del XXI. El jailón puede adoptar distintas formas, discursos y matices, pero no deja de ser la encarnación del complejo de inferioridad heredado e importado por los primeros “nobles” criollos que tomaron las riendas del país desde su independencia. Representa el acobardamiento inicial o pérdida por “walkover” de la construcción de la identidad boliviana como antítesis a la identidad colonial. Representa el entreguismo de los recursos naturales, conveniente y necesario para mantener vigentes los privilegios coloniales. Representa el miedo y el acomplejamiento enmascarado en el darwinismo social. La burbuja del jailonerío es el concentrado de todo esto, que determina el orden invisible e inconsciente del horizonte de ascenso social en Bolivia. Sin embargo, ya no es el único.
Desde los Andes, especialmente desde El Alto, se observa como un nuevo esquema de ascenso social se erige como un depredador (más que como competidor) de la burbuja del jailonerío. Este nuevo horizonte parece estar constituyéndose como una antítesis a la burbuja, en el sentido de negar y despreciar todo lo valorado por esta, pero también imponiéndose política y económicamente. ¿Logrará este nuevo horizonte desligarse por completo de los esquemas y parámetros coloniales, tan vigentes en la burbuja del jailonerío? ¿Se impondrá este nuevo esquema al antiguo? O ¿En algún punto se entrecruzarán ambos como una nueva síntesis del esquema de ascenso social en Bolivia? Esas no son preguntas que se pueda responder en este artículo, que más que un análisis sociológico, busca ser una sátira descriptiva de la “high life” en Bolivia.